La crítica a la crítica de l’ASAEE a l’article de Javier Sampedro a El País

Com recordareu, fa uns dies la dirección de l’ASAEE va redactar un article de resposta al que havia publicat Javier Sampedro a El País a propòsit dels usos del concepte de «raça». El document es va titular «Las razas no existen, el racismo sí»i finalment el va publicar el diari Público. Alguns i algunes de nosaltres el vam signar.

Em sembla interessant donar fe que la postura de l’ASAEE ha merescut una resposta interessant, que acaba de publicar El Salto, per part de gent –també col·legues– que la consideren esbiaixada i en certa mesura còmplice potser involuntària del racisme institucional, no tant pel que diu sinó més aviat pel que calla.

Trobo que és un punt de vista que mereix ser conegut.

No decir ‘raza’ no elimina el racismo

El que la raza sea una construcción política y social no quiere decir que no tenga efectos reales. La antropología hegemónica, antes que adoptar actitudes censoras desde una presunción de superioridad intelectual, debería preguntarse quién dice “raza”, por qué y para qué.

Manifestación contra el racismo institucional 3
Manifestación contra el racismo institucional MANU NAVARRO

MAY 2020 11:00

Es sorprendente cómo la antropología hegemónica, tan atenta a la idea de diversidad y tan contraria a las narraciones homogeneizantes, sea capaz de cerrarse obstinadamente en banda toda vez que oye pronunciar la palabra “raza”, independientemente de quién la pronuncie, en qué contexto y con qué objetivos. Este es el caso de un comunicado difundido por la Asociación de Antropología del Estado Español ASAEE y posteriormente publicado en el diario Público, titulado Las razas no existen, aunque el racismo sí, el cual a su vez polemiza con el artículo en El País, de Javier Sampedro: No digas raza. No nos interesa entrar en el mérito de las afirmaciones sostenidas por este último —de hecho, no compartimos muchas de ellas— pero sí queremos aprovechar la ocasión que se ha creado para el debate, para manifestar nuestro disenso radical con respecto del posicionamiento tajante de ASAEE en contra del uso de la expresión “raza”. Dado que, en el comunicado, se apela repetidamente a la necesidad de un mayor conocimiento del debate sobre la categoría de “raza”, nos permitimos aportar algunos elementos que tal vez los autores del mismo desconozcan.

No puede negarse la responsabilidad histórica que la antropología ha tenido en la construcción de un saber eurocéntrico y colonial, que resultó en la “cosificación” de las poblaciones “no europeas” que venían siendo “investigadas”.

Es verdad que, en términos absolutos, no puede afirmarse que los antropólogos se pasen el tiempo “estudiando a tribus del Amazonas que no han tenido contacto con la civilización”, tal como afirma Sampedro. De hecho, algunos y algunas de nosotras y nosotros nos dedicamos a la Antropología y no hacemos nada de eso. No obstante, tampoco creemos que la cerrazón y el rechazo ante cualquier tipo de crítica sean la actitud procedente, y menos aún para una disciplina que suele presumir de su espíritu (auto)crítico. Así, desde una perspectiva general, no puede negarse la responsabilidad histórica que la antropología ha tenido en la construcción de un saber eurocéntrico y colonial, que resultó en la “cosificación” —la transformación en objeto de estudio— de las poblaciones “no europeas” que venían siendo “investigadas”. Tanto es así que, aún en 1975, el activista Dakota Vine Deloria Jr. afirmaba en su célebre obra El general Custer murió por vuestros pecados (1975): “Un antropólogo viene a la reserva india a OBSERVAR. Durante el invierno, las observaciones se convertirán en libros con los que se educará a los futuros antropólogos para que puedan venir a la reserva los años venideros y verifiquen las observaciones que han estudiado […] La tesis fundamental del antropólogo es que la gente es objeto de observación; luego la gente es considerada objeto de experimento, de manipulación y de extinción final” (pp. 92-94). La antropología estuvo indudablemente implicada en la propagación del colonialismo y del racismo, y ninguna pretensión de transformación de la disciplina puede menoscabar este hecho histórico. Un ejemplo entre muchos: en su obra Los argonautas del Pacífico Occidental (1922), Bronislaw Malinowski, considerado uno de los fundadores de la antropología moderna, usaba sin particulares problemas la categoría racial “blanco”. Por tanto, la disciplina antropológica desde el comienzo se ha ocupado de la raza; así lo refrenda la también antropóloga Lila Abu-Lughod a finales de los años ochenta: “La antropología y el feminismo como prácticas académicas son dos disciplinas que surgen y se centran en los dos sistemas de diferencia, fundamentales y políticos, sobre los cuales han dependido históricamente las desigualdades del capitalismo moderno: la raza y el género. Ambos están arraigados en y tratan el problema de las distinciones históricamente constituidas del yo/el otro” (2019 [1988]: 39).

Portada libro Unesco razas 1952
Portada de la publicación ‘What is race? Evidence from scientists’ de la Unesco (1952), un ejemplo del enfoque cientifista a la raza de la posguerra | Ilustración: Jane Eakin Kleiman mundial

Sabemos que la visión de la antropología clásica ha sido cuestionada desde dentro y conocemos la contribución que el pensamiento antropológico posterior ha aportado a la crítica del racismo científico (un ejemplo a menudo citado por quienes defienden esta postura es el de Lévi-Strauss). No obstante, han pasado muchas más cosas desde la posguerra: así, en las últimas décadas, nuevas perspectivas han emergido, dentro y fuera de la antropología; grupos subalternos anteriormente silenciados se han movilizado, contestando las narrativas establecidas, recuperando tradiciones de lucha históricamente denostadas e interpelando el propio sentido crítico de nuestro quehacer profesional y político. Aun conscientes de las ausencias, intentamos enunciar algunas/os de aquellas/os intelectuales y activistas, procedentes de diferentes períodos históricos, hacia quienes nos sentimos particularmente en deuda (por orden puramente casual): Linda Tuhiway Smith, Frantz Fanon, Barnor Hesse, Alana Lentin, Aníbal Quijano, Nelson Maldonado-Torres, Cedric Robinson, Kwame Ture, Charles V. Hamilton, Alexander Weheliye, Aimé Césaire, W.E.B. Du Bois, David Theo Goldberg, María Lugones, Patricia Hill Collins, bell hooks, Silvia Wynter, The Combahee River Collective, y un larguísimo etcétera.

¿Qué nos enseñaron los citados pensadores y pensadoras? Por ejemplo, que el enfoque antirracista hegemónico, compartido por la antropología y otras disciplinas humanas y sociales, no dejaba de ser eurocéntrico: en efecto, ubicando la emergencia del racismo a finales del siglo XIX en Europa, olvidaba sus conexiones con la experiencia histórica del colonialismo. Aprendimos gracias a estas personas que la idea de raza nació mucho antes; con la colonización de América/Abya Yala, afirman algunas personas. También entendimos que el racismo no es solamente una ideología, ni se limita a un fenómeno psicológico interno a las personas, sino que se asienta en prácticas sociales establecidas y se reproduce en las relaciones de poder que atraviesan nuestros cuerpos, emociones, relaciones, saberes, formas de vida; que genera privilegios materiales y simbólicos para algunas/os y opresión para otras/os, y esto independientemente de sus posicionamientos ideológicos o de si pronuncian o rechazan la categoría de “raza”.

La idea de raza, utilizada conjuntamente a otras con el objetivo de explotar, exterminar e inferiorizar a poblaciones enteras, nunca se sirvió de marcadores únicamente fenotípicos, sino que desde muy pronto recurrió a diferentes metarrelatos basados en la “cultura”, el “color de piel”, la “pureza de sangre”, la “religión”, y un largo etcétera; para reflejar esa naturaleza cambiante, Stuart Hall definió la raza como un “significante flotante” (1997). Así pues, por mucho que la raza sea una falacia como categoría biológica-científica, en tanto que construcción social y política, dispositivo de poder que vertebra ensamblajes de prácticas, no solo existe, sino que produce efectos muy “reales”. Al igual, por ejemplo, que la clase y el género, que también son construcciones sociales, pero cuya validez analítica no se suele cuestionar. Podemos, como hacen muchos antropólogos y antropólogas, sustituir “raza” por “cultura”; pero eso no elimina el problema, solo lo desplaza. Tal como subraya la también antropóloga Kamala Visweswaran (1998, p.76): “¿eso no muestra cómo la cultura ha terminado convirtiéndose en el sustitutivo de raza? Sin una manera de describir la construcción sociohistórica de la raza, a la cultura se le pide hacer el trabajo de la raza […] Decir que la raza no tiene significado biológico no quiere decir que la raza carezca de significado. La cuestión no es que el racismo, de manera a menudo inadecuada, se somatice a sí mismo o que recurra a la falsa biología para hacerlo. La cuestión es que el racismo no puede ser separado de la raza” [traducción propia].

¿Dejar de pronunciar la palabra “raza” va a atajar ese racismo estructural? Esto es lo que precisamente se le escapa al comunicado en cuestión: negar la raza no elimina el racismo. Las declaraciones de antirracismo, nos recuerda Sara Ahmed, no son performativas: no siempre generan los efectos que dicen generar

En 2018 circuló por las redes sociales una foto muy llamativa, procedente del 31º Congreso de la Asociación Brasileña de Antropología. Tal como resalta un orden del día propuesto por el Comitê de Antropólogas/os Negras/os, en un país donde el 53% de la población se define como no blanca, ningún antropólogo o antropóloga racializados contaba con representación en la mesa de apertura del evento; pero sí podían entreverse, en el fondo, trabajadores y trabajadoras negros en el servicio de catering. Preguntamos: ¿es dejando de pronunciar la palabra “raza” que se va a atajar ese racismo estructural? Esto es lo que precisamente se le escapa al comunicado en cuestión: negar la raza no elimina el racismo. Las declaraciones de antirracismo, nos recuerda Sara Ahmed, no son performativas; no siempre generan los efectos que dicen generar (2004).

Antes que adoptar una actitud de orgullo disciplinario, censura moral o levantamiento de escudos, consideramos más productivo abordar la raza desde las preguntas: ¿quién dice “raza”?, ¿por qué lo hace?, ¿para qué? Como hemos dicho, la antropología clásica hasta los años cuarenta no tuvo incomodo alguno a la hora de hablar el lenguaje de la raza. Puede que a eso se deba su remordimiento de conciencia actual; pero eso no la legitima para descalificar a cualquiera que pretenda utilizarla, y menos aún desde un significado y con intenciones muy diferentes. Y para que quede claro, no nos estamos refiriendo a Sampedro, sino más bien a colectivos antirracistas, protagonizados por personas que sufren las consecuencias del racismo a diario.

Dicho sea de paso: acogiendo la invitación de ASAEE a informarnos mejor, hemos consultado la web de la asociación en la sección de“comunicados”, pero no hemos encontrado indicios de otras tomas de posturas públicas denunciando, por poner un ejemplo, las prácticas de racismo institucional señaladas en los últimos años por distintos colectivos antirracistas, incluso recientemente, como consecuencia del estado de emergencia declarado en el Estado español a raíz de la pandemia de Covid-19. Nos parece una postura antirracista bastante peculiar, aquella de no intervenir ante prácticas concretas de racismo cotidiano, pero sí de hacerlo en términos precipitados y derogatorios ante el uso incorrecto de la categoría de “raza” por parte de un periodista.

Plaza de pueblo andaluz

No todas las personas que suscribimos este artículo somos antropólogas, ni nos interesa una defensa a capa y espada de la disciplina; de hecho, reivindicamos la transdisciplinariedad. Aun así, constatamos con desolación el estado de la antropología española (y no solamente) en lo que a este debate respecta. Pero también somos conscientes de que eso no pasa en todas partes; sin ir más lejos, un numero reciente (2019) de la revista American Anthropologist —publicación oficial de la American Anthropological Association (AAA)— ha hospedado una sección monográfica, coordinada por Aisha M. Beliso-De Jesús y Jemima Pierre, titulada significativamente ‘Anthropology of White Supremacy’. La noción de “supremacía blanca” allí utilizada, lejos de remitir únicamente a escenarios de “extremismo” o de reductio a hitlerum, es la siguiente: “Hablar de supremacía blanca global es apuntar a las dimensiones raciales de un sistema de poder internacional que incluye una ideología de superioridad racial blanca (entendida ampliamente) y su conjunto de prácticas relacionadas” [traducción propia].

En definitiva, hablar de “raza”, dependiendo de quién lo haga y para qué, puede suponer muchas implicaciones. Nos permitimos sugerir dos posibles, antitéticas entre ellas: a) Por una parte, puede implicar una intencionalidad racista orientada a la inferiorización de quien es construido/a como “Otro/a”; b) Pero por la otra, puede servir para evidenciar las relaciones de poder desiguales que nos atraviesan y que nos afectan diferencialmente. Puede ser, entre otras cosas, una manera para evidenciar la “blanquitud institucional” (Ahmed, 2007) que atraviesa las formas de hacer, pensar y saber implícitas en la academia hegemónica y, dentro de ella, también en la antropología. La pregunta es: ¿comunicados como el de ASAEE contribuyen más a contrarrestar lo primero o lo segundo?SUSCRIBEN ESTE ARTÍCULO…Salma Amzian – Historiadora y antropóloga, investigadora del Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada.


Alberto Arribas Lozano – Universidad de Maynooth (Irlanda).
Laura Escudero Zabala – Antropóloga y activista.
Rocío Fajardo Fernández – Doctoranda en Ciencias Sociales de la Universidad de Granada e integrante de La Barraca Transfronteriza.
Diana P. Garcés Amaya – Politóloga colombiana, doctoranda en Estudios Migratorios de la Universidad de Granada.
Rocío García Soto – Universidad de Granada.
Cláudia Guedes – Socióloga brasileña, doctora en Sociología por la Universidade Federal de Sergipe (Brasil), doctoranda en Ciencias Sociales en la Universidad de Granada.
JR Luque – Antropóloga social, investigadora de la Universidad de Granada.
Lissette Madriaga Parra – Socióloga chilena, doctora en Estudios Migratorios de la Universidad de Granada.
Paula Martín Godoy – Instituto de Migraciones, Universidad de Granada e integrante de La Barraca Transfronteriza.
Ariana S. Cota – Antropóloga, investigadora de la Universidad de Granada.
Luca Sebastiani – Doctor en Antropología Social por la UGR, investigador posdoctoral CES Coimbra. 

Educació en temps del COVID19

Explicar el meu confinament passa per molts moments i estadis, com suposo que per a tots i totes. Però allò que m’ha ocupat força temps i reflexió, en aquest context del COVID19, és el món de l’educació i les dificultats que com a sector està passant en aquest moment històric.

La primera evidencia, és el fet de corroborar que el que ja succeïa en les escoles i centres educatius prèviament a la pandèmia s’ha agreujat, s’ha consolidat i ha pres una forma que aprofundeix l’escletxa de fragilitat i desigualtat per a molts infants i adolescents. Però sobretot confirmar, des de la vivència i des de l’observació, el paper ambigu, confús i contradictori que ha pres el món educatiu formal i informal davant l’emergència.

Hem dedico fa molts anys al treball amb els infants i joves, i crec i estic convençuda, que moltes persones es comprometen fermament en l’acompanyament d’altres per donar suport a les construccions de les seves vides. Però amb aquest confinament, tot allò que succeïa i que moltes vegades ens generava a algunes indignacions, sorpreses i cerca de solucions s’ha fet més palès i més urgent.

Des del primer moment els debats passaven del fet particular a allò col·lectiu, però en la taula de treball no semblava que els infants i adolescents tinguessin un paper clau i una veu pròpia.  I fins i tot, la previsió ens porta a pensar  en una etiqueta generacional més important i profunda, on els estigmes prendran formes i contextos diversos així com interseccions més imprevisibles.

Les indicacions eren:  són 15 dies, no potser són dos mesos, no tranquils al juny tornem… Potser el setembre. Però prepareu-vos, potser de forma esglaonada… En certs moments no sabies de què s’estava discutint si dels nens, del covid19 o dels mestres. O simplement de les empreses o escoles concertades, que perdien bona part de la seva clientela. En el cas de l’educació no formal quedava relegada a un paper de control, a vegades acompanyament però sobretot d’una important incertesa pel seu futur i els seus objectius de treball.

Els companys/es educadors/es, mestres i altres el primer que reflectien era el bon comportament dels infants i joves. Com es produïa allò que mai havia estat un fet per a ells i per al món adult, i era que els infants i joves no eren allò que se’ls havia atribuït des de sempre. Eren ciutadans compromesos, responsables i amb capacitat d’entendre que allò que estava succeint era excepcional i calia col·laborar i participar.

A mesura que passaven els dies, tot es transformava en debats que perdien bona part del que és consubstancial als fets que estàvem vivint. Ens parlaven d’èxit escolar, de pèrdua del curs, de deures. Alguns, els menys, indicaven i començaven a parlar de desigualtats i d’equitat educativa o fins i tot, els menys d’altres models educatius.

Depenia de la franja d’edat i de les necessitats del barri o escola, de la quantitat de tauletes que podia tenir el departament, del wifi i de les competències tecnològiques dels nens i les famílies. Les escoles concertades es posaven les piles i en un no res, ja tenien bona part de l’estructura muntada i hi havia nens i joves que passaven el matí davant l’ordinador amb un tutor o mestre. La pública depenia absolutament de les direccions dels centres, del professorat i les seves circumstàncies, del contracte dels interins i fins i tot de les famílies. Mostrant-nos un panorama molt divers i complex. Tot es convertia en un acompanyament afectiu a alguns nens i joves, i en molts casos en dubtes importants per part del professorat i educadors de quin paper jugar des del confinament. Però majoritàriament, el que quedava clar, era que les desigualtats existents es transformaven en barreres infranquejables.

Mentrestant jo observava al meu fill i les seves necessitats i les meves, i cada cop més veia que els infants i adolescents no estaven en el centre del debat. Ens parlaven del COVID19, de la seguretat dels mestres i de la transmissió del virus i fins i tot de la supervivència de les famílies. El paral·lelisme que hem venia de forma reiterada era amb la gent gran: la invisibilitat dels infants i joves i la pèrdua cada cop més alarmant dels drets, de les seves relacions (conflictives o no), l’aprofundiment del seu aïllament social i en definitiva la pèrdua dels seus espais de participació com a ciutadans.

La incertesa hem produïa por, la infància és el moment de la construcció de bona part de qui som i qui serem en el fet social i col·lectiu. Tot això ens obre unes portes cap a un futur mancat de respostes, que a mesura que avancem en el temps queda força evidenciada, i ens confirma que la perspectiva és que a mig plac això no se solucionarà. La delegació en les famílies de bona part de la responsabilitat educativa, afectiva i de suport ens comença a mostrar una esquerda força important. Allò que cobria les institucions en la cura dels infants i joves, desapareix, i els nens i adolescents queden en molts casos abandonats a situacions i circumstàncies forces complexes de les famílies i les seves supervivències.

El retorn a les escoles està per veure, i quin és el marc i l’espai educatiu que proposen les institucions davant de la invisibilitat de tot el que està succeint. Comencem a detectar nens angoixats i sobrepassats, adolescents deprimits pel seu futur i la pèrdua de relacions, i famílies saturades i confrontades amb els seus recursos socials i educatius. Tot això no està en el centre del debat ni del departament, ni dels sindicats i fins i tot de les organitzacions de famílies. I dins d’aquest context l’educació no formal, fràgil i amb pèrdua de recursos, cerca en trobar un espai sense respostes.

Les propostes no passen per major inversió, i són les escletxes de gènere, de classe i d’oportunitats que es tornen en un panorama força difícil de predir. Els conflictes, les violències, els estigmes i les pors acabaran passant factura en una institució com l’escolar que s’ha enfonsat, i que ja no tenia respostes davant dels seus problemes estructurals, i ara més que mai es confronta amb la seva realitat.

El temps jugarà en contra, i els infants i adolescents trobaran o no estratègies de resistència o de sortida per aquest procés. El retorn a la família com espai educatiu és un fenomen que té molts riscos i un important component de desigualtat, vulnerabilitat i exclusió. La resposta de les famílies i les institucions a aquest fenomen està per dir, i de moment està força marcada per les pors i les inseguretats.

Els equips es fragmentaran o no, els recursos no arribaran o seran pocs, les famílies sostindran o no, i els infants i joves quedaran en situacions força complicades i amb un desemparament que generarà molts estudis i propostes, espero que col·lectives i de reconeixement de les diversitats i oportunitats.

Les dificultats de produir tomàquets

Bona nit, estimats companys i companyes,

Desconec la raó, però estic aprofitant relativament bé el confinament. No paro d’escriure. Això em fa pensar que, si una dia m’envien a presó, potser no m’avorriré.

Com de seguida vaig veure que molta gent s’havia arremangat per analitzar, des de la seva disciplina o perspectiva, algun aspecte de l’estat d’alarma i l’epidèmia, i no se m’ocorria res prou original, no em vaig plantejar entrar en el tema. Però aviat van arribar notícies que em concernien personalment. Per un costat, al meu poble, una micro-vila del nord de Terol on resideixen 30 persones, als vilatans no els hi deixaven baixar a l’hort. Per una altra, a Barcelona havien tancat la xarxa de mercats camperols, una xarxa que jo havia ajudat a establir.

Com afectava això al món rural i a la petita agricultura? Però sobretot, com era que la producció i distribució d’aliments es considerava, des del Decret-Llei del 14 de març, una excepció al confinament, però aquestes activitats es prohibien? Després es va veure que la proscripció no era universal. Si bé l’estat havia re-centralitzat competències, les seves decisions, en ocasions, eren tant vagues que donava peu a interpretacions contradictòries per part de les delegacions de govern i les municipalitats. Així, si bé a l’Aragó, com també a les dues Castelles, no es podia anar a l’hort, aquesta activitat mai es va prohibir a Balears o a Galícia. Si bé els mercats de pagès es van tancar a Barcelona, a moltes localitats de Catalunya seguien funcionant. L´epidèmia havia evidenciat que, en l’àmbit institucional, persistia una visió urbano-cèntrica que va prioritzar el model agroalimentari industrial en detriment del de tipus familiar o alternatiu.

En fi, voldria compartir-vos les conclusions de l’article que he preparat, per si a algú li pot ser d’interès i no te res millor a fer… Salut i una abraçada a tothom!

CONCLUSIONES

Durante el estado de alarma, la pequeña producción de carácter familiar o agroecológico se enfrentó a situaciones que pusieron en riesgo su viabilidad. Hemos visto dos casos. Uno, el de aquellas fincas que explotan relativamente pocos recursos, pero obtienen el margen comercial vendiendo directamente al consumidor. Al cierre de escuelas y de servicios HORECA, a los que muchos suministraban, se sumó su principal vía de comercialización: los mercados campesinos. La producción, generalmente perecedera, se acumulaba en los almacenes o sobremaduraba en el campo. En el mejor de los casos, pudieron establecer vías alternativas de comercialización, como la venta a domicilio o a grupos y cooperativas de consumo. En el peor, su producción se echó a perder o tuvieron que venderlo por vías convencionales, sacrificando el margen comercial. En el caso de los productores rurales de autoconsumo, muchos no pudieron desplazarse a sus huertas o asumían el riesgo de una multa. No solo perdieron la producción de primavera; tampoco pudieron preparar adecuadamente la huerta para la cosecha estival.

La clausura de mercados campesinos y las restricciones a los hortelanos de autoconsumo se levantaron durante la segunda mitad de abril e inicios de mayo. Aunque el estado de alarma establecía la centralización de poderes, el proceso tuvo un calendario diferente en unas comunidades y en otras, y en unos municipios y en otros. Y no como resultado de un calendario de desconfinamiento por territorios. Dependió de la interpretación de la normativa legal que hicieron los poderes públicos locales y regionales, del éxito de la presión de la sociedad civil y las organizaciones campesinas, y de la voluntad de negociación de cada delegación de gobierno: en Barcelona, los mercats de pagès volvieron a funcionar cinco semanas después del cierre decretado por el Ayuntamiento, pero nunca fueron clausurados en otras localidades catalanas; en Alcaine y en toda Aragón, los productores debieron esperar hasta el 1 de mayo, durante la llamada Fase 0 del desconfinamiento, para desplazarse legalmente a sus huertos, cuando en otras comunidades no se dieron esas restricciones o duraron mucho menos.

Urbanocentrismo e industriacentrismo

Movimientos sociales y organizaciones campesinas definieron de urbanocéntricas las normativas estatales del estado de alarma. Ciertamente, se establecieron en base a las necesidades y las características de las ciudades, y en perjuicio de las rurales. Entre otros efectos, ya hemos visto como puso en riesgo los mecanismos tradicionales de autosuministro que subsisten en las zonas rurales, donde los índices de pobreza son importantes (Izcara, 2002). Pero también habría que hablar de medidas que favorecieron el modelo agroindustrial en detrimento de sistemas de producción y de comercialización alternativas. Los supermercados aumentaron la facturación en establecimiento entre un 12% y un 15%, aunque tuvieron que destinar parte de los beneficios a establecer nuevas medidas higiénicas y logísticas (Salvatierra, 2020). El crecimiento de sus ventas online fue mayor: hasta un 74% (Lema, 2020). Este aumento se debió al cierre de las vías de comercialización a las que subministraba la agricultura familiar, como los mercados y la restauración. Más allá del incremento de ingresos, la situación consolidó, al menos temporalmente, su predominio en la cadena agroalimentaria.

La agricultura familiar y agroecológica, en cambio, no solo tuvo que enfrentar cambios en los protocolos de higiene de producción y comercialización. Tuvo, también, que multiplicar esfuerzos para buscar formas de comercialización alternativa, creando, por ejemplo, plataformas de comercialización online. Y aún con eso, la mayoría vio reducido sus ingresos, incluso poniendo en riesgo la viabilidad de la explotación. Aún más, se vio abocada a destinar tiempo y esfuerzos a organizarse para plantear acciones de presión política.

Las medidas políticas tomadas mientras duraron las fases más duras del confinamiento supusieron un ataque a la sociedad rural que busca alternativas independientes. Pero no parece que fueran dirigidas a favorecer expresamente el modelo de producción y comercialización agroindustrial. De nuevo, el caso de los mercados campesinos en Barcelona es ejemplar. El Ayuntamiento llevaba años impulsándolos, entre otras medidas destinadas a favorecer formas de consumo alternativas que beneficiaban a la pequeña producción. Fue una de las ciudades fundadoras del Milan Urban Food Policy Pact, que defiende estrategias de consumo alimentario sostenibles y sociales. La misma alcaldesa trabajó durante años, hasta asumir el cargo en 2015, en el Observatori DESC, una ONGD que defiende los principios de la soberanía alimentaria. Sin embargo, clausuró los mercats de pagès en cuanto se inició el confinamiento. Es difícil creer que se tratara de un giro político. Más bien habría que pensar en la persistencia de una ideología de crecimiento que coloniza mentalidades, y que se activa en situaciones de crisis, cuando no hay tiempo para la reflexión; una demostración del concepto gramsciano de hegemonía cultural. O de la “jaula de hierro” weberiano: el sistema burocrático tiene poca flexibilidad para asumir formas alternativas de organización y funcionamiento.

La recentralización de competencias durante el estado de alarma, aplicando el artículo 116.2 de la Constitución, también fue resultado de esta situación. La falta de concreción sobre la producción no agroindustrial generó ineficiencias que tuvieron diferentes repercusiones en el territorio dependiendo de la capacidad de actuación de las instituciones descentralizadas y de organización de la sociedad civil; en aquellos casos en el que ésta era más potente, la interpretación de la normativa jurídica tendió a ser más flexible en interés de la agricultura familiar.

Escenarios futuros

Los procesos vividos por la agricultura familiar y agroecológica durante el estado de alarma fueron coyunturales, pero pueden generar cambios a medio plazo. Por ejemplo, hay que preguntarse en qué situación quedarán las huertas rurales de autoconsumo, pero también las urbanas o peri-urbanas, tras el estado de alarma. Es posible que una parte de las que han perdido una temporada estacional sean abandonadas. Sin embargo, no se puede olvidar la situación de crisis económica que, se prevé, vendrá tras la pandemia. A ello hay que sumar el posible incremento de los precios globales de los alimentos. Como sucedió durante la crisis financiera de 2007, la huerta puede convertirse en un espacio de resguardo para población con bajos ingresos.

Otro escenario que puede cambiar es el del sector agrario que comercializa por canales de distribución alternativos. El estado de alarma ha demostrado que no es homogéneo. Una parte, dependiente de los servicios HORECA y de los mercados campesinos, perdió sus vías de comercialización y entró en crisis. Otra, en cambio, fue capaz de articularse a nuevas formas de distribución directa como la venta a domicilio, que con la pandemia creció notablemente (Gray, 2020), al punto de declararse desbordados por la demanda (Terès, 2020). Estas explotaciones presentan dos fisonomías. Una, la de fincas que no dependían de una sola vía de distribución. L.G., agricultora de Alcoi (Valencia), explicaba que siempre habían repartido a tiendas de barrio, cooperativas de consumidores y domicilios particulares, además de vender en el mercado. Su estructura comercial les permitió adaptarse al estado de alarma, pero veía como sus vecinos que dependían de los mercados tenían las huertas llenas de alimentos sin poder dar salida. La otra cara de fincas que enfrentaron el estado de alarma con éxito son las explotaciones de carácter comunitario o inmersas en redes horizontales, que pudieron establecer una central de venta y organizar repartos a domicilio con un coste logístico asumible. M.R., productor agroecológico de la provincia de Barcelona, explicaba que no solo estaba afectado por el cierre de mercados, sino también porque los clientes que le compraban directamente en su finca ya no se podían desplazar por el confinamiento, y él no tenía capacidad para hacer envíos a domicilio. Hay que preguntarse si la crisis no favorecerá la concentración de los circuitos agroalimentarios alternativos en favor de las explotaciones que tienen esas características, marginando a las más pequeñas e independientes.

Finalmente, hay que destacar la capacidad de organización del sector agroecológico y familiar para responder a las políticas gubernamentales a través de la plataforma SOSCampesinado. Una acción tan amplia no se había visto desde los mejores momentos de Plataforma Rural, la coordinadora de organizaciones sociales y sindicatos agrarios que asumió la representatividad de La Vía Campesina en España en la década de los 2000. Plataforma Rural fue perdiendo fuerza a medida que se fue ahondando la crisis del 2007; el frente común fue sustituido por acciones y estructuras de carácter sectorial y territorial. Habrá que ver si SOSCampesinado se mantendrá tras la emergencia.


La vida més enllà d’on vivim

Ahir va ser tot un espectacle veure tota aquesta riuada humana que va escampar-se pels carrers, sobre tot veure tanta gent disfressada d’esportista. Era natural després d’aquestes setmanes de presó provisional que hem hagut de patir. Apassionant si l’observació la fas des de la convicció que cal una antropologia dels carrers, atenta a les apropiacions socials d’això que darrerament alguns anomenen “espai públic”.

Ja que el que ahir vam rebre va ser el dret i la possibilitat de sortir, valdria la pena aturar-nos a pensar què implica l’ús d’aquest verb –sortir– que serveix per designar una acció aparentment tan anodina com, seguint el que diu el diccionari, “passar de dins a fora”, en aquest cas d’ahir abandonar l’espai domèstic –allò que solem identificar com la llar– en que hem estat tancats mes i mig llarg i aparèixer en allò que hi ha més enllà i que és un espai en el que representa que no vivim. Perquè, efectivament, s’entén que cadascú viu a casa seva, el que implica que d’alguna manera donem per sobreentès que el que fem fora de les seves parets és una cosa que no és pròpiament viure.

La foto es de David Levelen

En canvi, aquests dies d’aquarterament forçós ens hauríem de fer evident que hi ha vida més enllà del que no sabem per què anomenem vivenda, la importància de sortir:  a treballar, a comprar, a passejar, a acudir a una cita, a viatjar… Per descomptat, a sortir de festa, que és gairebé un pleonasme, perquè quan diem “sortir” a seques es d’això del que parlem. Interessant que sortir serveixi també per nomenar la posada en pràctica del compromís amorós, d’aquí que diguem que tal i qual persona surten o estan sortint. D’altra banda, no hi ha acció col·lectiva –de la festa a la revolta– que no consisteixi en «sortir al carrer» per barrejar-se amb altres i fer amb ells i elles el mateix.

Caldria prendre consciència de la importància d’aquest sortir com a matèria bàsica de la vida urbana. Fer-ho implica entendre la ciutat sota dues perspectives diferents. D’una banda, la que la contempla com a lloc d’implantació d’entitats socials fixes i fixades en un punt del territori urbà. De l’altra, la que la reconeix com a esfera dels desplaçaments i aturades. Mereix percebre i pensar a propòsit d’allò que tant hem pogut trobar a faltar tots aquests dies. Moure’ns, anar d’aquí cap allà, amb un destí o sense, pel simple plaer de desplaçar-nos, canviar de lloc

En el primer cas, els segments socials agrupats de manera més o menys orgànica poden percebre’s com unitats discretes, cadascuna de les quals requereix i posseeix una localització, una adreça, és a dir un marc estabilitzat i situat amb claredat, una radicació estable en el plànol de la ciutat. Aquest lloc edificat en que se situen els segments socials cristal·litzats de qualsevol espècie contrasta amb aquest altre àmbit dels trasllats en que també consisteix la ciutat i el protagonisme del qual correspon plenament al vianant i a les coalicions momentànies en les que es va veient involucrat –mai millor dit– “sobre la marxa”. Si el grup social té una direcció, un lloc, el transeünt és una direcció, és a dir un rumb, o, millor dit, un feix de diagrames que no fan altra cosa que traspassar d’un costat a un altre no importa quina trama urbana. M’encanta la paraula «passavolant».

Interessant, per cert, aquesta insistència aquests dies en repetir-nos la importància de mantenir les distàncies en les nostres sortides. La vida pública -la vida a fora– consisteix precisament en això, en mantenir les distàncies, car la vida social que allà es desplega es fonamenta en la reserva i el distanciament. En això consisteix la singularitat del vincle social que caracteritza la vida en exteriors urbans: que està fet d’una barreja d’estranyament i aversió entre masses corpòries que es passen el temps exposades a la mirada aliena i que es protegeixen com poden unes de les altres mitjançant diverses capes d’anonimat. Una societat sense seient, feta de cossos que s’esquiven i mirades que es defugen, en paisatges que són sempre passatges. 

Aquest tipus de relació basada en el distanciament i la reserva pot conèixer, tot i això, desenvolupaments imprevists, desencadenar trobades inopinades, experimentar sorpreses i turbulències, en un espai obert i disponible per a que actuï sobre ell la tasca incansable de l’atzar, o, millor dit encara, el paper de l’atzar com a institució social. En aquests contextos superficials –en el sentit que són una superfície per la que només hi cap lliscar–, la seguretat que empara certes relacions humanes suposadament més profundes s’afebleix i els codis més sòlids perden eficàcia organitzadora i descobreixen la seva vulnerabilitat o la seva reversibilitat.

I això val per l’ordre de la nostra vida personal, que sortir ens permet o ens obliga a qüestionar o desmentir en quan ens exposem a situacions que, allà fora, poden transformar-la. I també per allò que diuen ordre social, que troba constantment evidències de fins quin punt és fràgil quan s’enfronta a les formes més vehements d’expressió col·lectiva, el que es presenta com «alteracions de l’ordre públic». Aquests dies també ha quedat clar que l’única forma de controlar del tot un ciutat és el toc de queda.

En aquest àmbit de la distorsió i del dislocament que ara comencem a recuperar –el carrer– es desplega, per damunt o d’esquenes a totes les vigilàncies que l’afecten- una forma de vida estructurada paradoxalment per la mobilitat, una sociabilitat difusa, embastament de formes sempre mínimes i inconcluses de interconeixement, àmbit en què s’expressen les formes al mateix temps més complexes, més obertes i més efímeres de vida social, tot allò que a la ciutat no pot aturar-se ni quallar. La vida més enllà d’on vivim.

Vides online

Estem familiaritzades amb les lectures divergents i conflictives que es fan sobre les crisis, en un sentit ampli (hi ha molta literatura en aquesta línia que coneixen millor altres companyes del departament). Us volia simplement compartir la meva experiència i la reacció que em desperten certes prediccions, futuribles i conjectures marcades d’aspiracionisme que s’estan fent en aquests dies en diferents àmbits i en relació amb la situació causada pel COVID-19. Algunes lectures fatalistes donen per finalitzada la presencialitat en un futur proper, com si hi hagués realment una alternativa a nivell social, una vida online com a una nova realitat que s’imposa….Ens hem vist abocades a una docència virtual, que com a opció d’urgència es pot considerar en casos extrems, o com a alternativa puntual, però que també pot formar part d’un discurs estructural que ens ha acompanyat en les darreres dècades i que alimenta la implementació de polítiques i lògiques neoliberals a les universitats públiques. La docència on-line ofereix la il·lusió de fer el mateix amb menys esforç, fal·làcia que crec que la majoria de nosaltres està patint aquests dies, juntament amb la idea de que arriba a més gent, que és més inclusiva. Això ignora la bretxa digital tan denunciada, així com l’aïllament individual dels estudiants i del professorat, cadascú a casa seva. Sense oblidar la càrrega dels costos de reproducció social a nivell individual, tant del sosteniment de la vida quotidiana, ara mateix sense el suport social de les escoles o d’altres àmbits de cures per la gent menuda i gran, les despeses en maquinàries, impressions, softwares, etc… S’ha parlat molt del teletreball en el context d’altres formes neoliberals de flexibilització (la subcontractació, l’altra gran estratègia de la universitat neoliberal) en la que les empreses terciaritzen els riscos i capitalitzen els guanys, i es pateix més en el context actual amb els nostres vectors pul·lulant incisivament envaint les nostres modernes classes online. L’ideal neoliberal d’una mà d’obra immobilitzada, fixada en les desigualtats. No puc separar aquesta nova docència de l’experiència de tancament i desestructuració de la nostra vida social, política, de la minva dels nostres drets polítics, de l’absència de les xarxes de cura i d’altres tantes aliances indispensables per al sosteniment de la nostra vida com la coneixíem (para bien o para mal)… La virtualitat se’m cau a sobre com un recordatori d’altres tantes imposicions, velles i noves, i actualment de la solitud com a base de l’existència confinada. La por que l’estat d’excepció serveixi per la naturalització, una vegada més, de noves pèrdues.

Del Sud m’he emportat el bon costum de no creure massa en les mesures col·lectives que abunden en limitacions de les llibertats en nom del benestar general, menys quan les metàfores bèl·liques estan a l’ordre del dia. Estem immobilitzades, confinades, limitades, i s’està reflectint en la nostra manera de pensar i d’estar col·lectivament. Les crítiques es rebutgen, són tatxades de raonaments darwinistes, neocapitalistes, hiperproductivistes, o bé poc solidàries… i així seguim, la denúncia organitzada s’ha fet esperar però també es comença a entreveure.

La gran hipocresia

La gran hipocresia

La pesta – i les catàstrofes en general- sempre posen en evidència el que  normalment queda més dissimulat, encara que actualment es fan grans esforços per continuar-ho dissimulant. És lògic que un país dominat pels governs i votants dels partits antisocialista i antipopular s’obstini en continuar amb la malicia d’una economia basada en l’acaparament, la usura i la despossessió. Però anem a la Universitat: És mentida que les autoritats universitàries i la majoria del professorat vulguin ser solidaris, és una gran hipocresia. Tot el contrari, fomenten i propaguen la nostra pesta particular: la llei del embut. Ara seria el moment de deslliurar-nos dels paràsits que com aquests virus malignes no saben més que replicar-se: s’ha de fer eliminant de soca-arrel els seus caus: s’han d’extingir les ANECA, CNAI, AGAUR, AQU, etc. Acabar amb tot el parasitisme que estableix la llei del embut a la Universitat i que només serveix a la cobdícia dels governs privats i públics de la nostra societat. Acabar amb tota la burocràcia que parasita sobre la recerca i la docència. Hem d’establir l’administració a partir, i només a partir, de les necessitats de la docència i la recerca responsables. No hem d’estar guiats pels excessos i defectes d’altres institucions i organitzacions no universitàries, com ara les empreses de publicitat o les agències tributàries. Hem d’eliminar totes les comissions i tota organització que, empri la paraula que empri, perdi el temps i el faci perdre com una comissió. Eliminar tot el sistema d’acreditacions i sobre tot la seva arrel: la publicitat compulsiva que s’ha de substituir per les publicacions responsables i no obligatòries. Només s’han de “rendir comptes”, i molt, als estudiants, a part de nosaltres mateixos, no a les elits del poder. Per tant s’han d’eliminar els Consells socials i tota relació de dependència amb interessos privats i amb partits polítics. Hem de separar-nos completament de les universitats privades que, com el seu oxímoron indica, no són universitats.   Hem de deixar de banda totalment totes les revistes indexades i fetes amb la comèdia malsana del revisors. La Universitat ha de ser realment autònoma i s’ha de desmarcar de tots aquests muntatges de servilisme, fanatisme i ignorància. Hem de tenir els defectes inevitables d’una Universitat, els defectes humans de professors i investigadors, però que no haguem de imitar i potenciar, a més, els defectes d’altres organitzacions. No hem d’imitar la corrupció, el nepotisme i els abusos de les empreses privades, ni les supersticions i el fanatisme de les burocràcies estatals. Tota la solidaritat virtuosa que s’està predicant serveix únicament per poder tornar aviat a la rutina de la insolidaritat efectiva: tornar a oblidar que som un departament fet amb una tradició disciplinària i tornar a ofegar-nos en les empreses competitives, en la publicitat obsessiva i en la lluita pel finançament, coses que han desplaçat a la cooperació intel·lectual, la publicació responsable i la lluita pel coneixement. Sabem que tot això és utòpic: per això mateix, ara, parlar de que estem recuperant la solidaritat és una gran hipocresia. La Universitat feta monstre continuarà oblidant l’estudi, perquè la majoria social ja fa temps que va triar matar-lo, substituint-lo pels títols, tal com ens ensenyen les mateixes elits polítiques. Anàlogament, la pesta fa oblidar fàcilment els morts vells perquè socialment ja se’ls estava matant.

Antropología, razas y COVID-19: la desinformación de un artículo de El País

Respuesta al artículo “No diga raza” de Javier Sampedro publicado en El País el 13 de abril (elpais.com/ciencia/2020-04-12/no-diga-raza.html), enviada desde la junta directiva de l’ASAEE, con el soporte de antropólogos y antropólogas de diversos Departamentos y Asociaciones.

Como profesionales de la Antropología, desde la ASAEE (Asociación de Antropología del Estado Español) queremos llamar la atención sobre la necesidad de ser cautxs y dar una información muy precisa sobre la categoría “raza,” desterrada por los genetistas (y la Antropología) desde hace ya muchas décadas. El Sr. Sampedro no sólo no es cauto, sino que defiende el uso de esta categoría al tiempo que ridiculiza a quienes no la utilizamos en nuestros estudios científicos. El autor se descalifica a sí mismo afirmando, por ejemplo, que las personas de piel negra son buenos músicos de jazz debido a su exclusiva carga genética.

El artículo trata un tema importante, la vulnerabilidad al COVID-19 de la población hispana y afro-americana en Estados Unidos. Pero, para hacerlo, defiende la existencia de razas y critica a la Antropología porque “cambian raza por etnia y a seguir escribiendo tesis”. Cuestionar el término «raza» es imprescindible porque biológicamente no existen distintas razas y porque culturalmente sus efectos clasificatorios crean unas diferencias que se leen (como en la propia columna) en clave de superioridad y/o supremacismo racial con consecuencias nefastas.

Por último, nos parece completamente inexacta, desinformada y malintencionada la crítica que se hace a la Antropología. Sampedro se refiere a esta disciplina en tono caricaturesco y paternalista diciendo que sus profesionales “se pasan el día estudiando a tribus del Amazonas que no han tenido contacto con la civilización”. No, no nos «pasamos el día» con pueblos del Amazonas, y cuando lo hacemos, sin duda, no es para buscar «razas». Este es un ejemplo más de un desconocimiento que el autor puede remediar si consulta la web de ASAEE (asaee-antropologia.org/antropologia/la-profesion) para ver la variedad de cosas que se hacen en Antropología.

En un momento tan difícil en el que la información veraz y contrastada es más necesaria que nunca, les pedimos que se contraste la información antes de publicar artículos como este, en el que se trasmite la idea de que «naturalmente» hay disciplinas superiores a otras y “razas” superiores a otras.

Vivint en un espai redimensionat

Tinc sort de viure al camp, en un lloc que en aquests moments podríem considerar idílic: una casa de pagès solitària, a la Catalunya central, envoltada de camps d’ordi i camins en mal estat. Hi estem confinats tres generacions. De moment podem dir que tenim espai suficient per disfrutar de la familia. Com que és la nostra residència habitual, no ens manca res material, només trobem a faltar gaudir, amb els cinc sentits, de la companyia dels que ens estimem. I es que fa 35 dies que només veig estudiants, col·legues, familiars i amics a través de les pantalles de l’ordinador o el mòbil.

Estant aquí tancada m’ha passat una cosa força estranya: el meus “lugares en el mundo” s’han redimensionat. De cop hi volta em relaciono amb els meus veïns i amics propers utilitzant els mateixos mitjans que faig servir per parlar amb els que estan lluny. Tant faig una videoconferència amb les amigues de tota la vida de Manresa, com amb la familia guna que m’ha acollit durant anys de treball de camp a Panamà. Utilitzem les mateixes aplicacions, compartim angoixes semblants i ens fem preguntes massa similars.

Aquesta redimensió espaial de la que us parlo m’ha portat a estar molt pendent del que passa a la comarca de Gunayala, a Panamà. Cada dia rebo WhatsApps d’amics que viuen allà, segueixo el que diuen per les xarxes socials, escolto els seus programes de ràdio i emissions en directe via Facebook… Els meus familiars estan una mica amoïnats, m’han arribat a dir –molt cruelment– que m’importen més “els d’allà” que “els d’aquí”. Està clar que no es tracta d’una competició d’afectes, però la veritat és que en aquests moments ja no sé si els d’aquí estan més lluny o més aprop que els d’allà. Total, que com que aquest any no podré anar a fer treball de camp presencial a les illes de Gunayala –tot i que tinc uns bitllets d’avió per anar-hi el 25 de juny– m’hi he enganxat virtualment. Aquesta adicció m’ha permés fer-me una idea del què ha suposat el covid-19 pel poble guna. Com que els de casa meva ja estan una mica tips de sentir-me parlar d’aquest tema, voldria compartir-ho amb vosaltres en aquest blog. 

Quan l’11 de març l’Organització Mundial de la Salut (OMS) va decretar la pandèmia les autoritats de la comarca de Gunayala van prendre les primeres mesures per frenar la propagació d’aquesta nova malaltia (boni, en llengua guna) al seu territori. Van emetre un primer comunicat on suspenien totes les activitats turístiques i esportives. Encara que a l’estat panameny tan sols s’havien reportat uns 8 casos de coronavirus –un d’ells amb desenllaç mortal–, i no s’havia detectat cap infectat al seu territori, els gunas ja es van començar a preparar pel pitjor escenari.

Aquesta preparació tan precoç té molt a veure amb tres factors: en primer lloc, amb el paper que van tenir les epidèmies en la història –tant passada com recent– del poble guna; en segon lloc, la centralitat de les bonigan (malalties) en l’ontologia guna; en darrer lloc, l’accés de la població indígena als serveis sanitaris.

Amb la conquesta, al segle XVI, les societats natives de l’istme centreamericà van aprendre molt ràpidament que les malalties desconegudes tenien nefastes conseqüències sobre les poblacions immunològicament indefenses. Al llarg dels segles molts han estat els virus i bacteris que han fet minvar la seva població. Encara avui, molts dels meus amics gunas recorden als que van morir arran d’un brot de còlera entre el 1991 i el 1992, i desde fa dècades, una de les regions del món on la tuberculosi té més incidència és Gunayala.

Pel que fa al lloc que ocupen les anomenades bonigan en el sistema ontològic guna, primer de tot cal entendre que són concebudes com éssers del món no visible que amenacen constantment la vida. En segon lloc, no tenen un origen semblant al dels humans, són anti-humans. A diferència d’éssers com els arbres –creats per fer possible la vida dels gunas a la terra–, les bonigana van arribar per acabar amb l’existència humana. Finalment, un element que les fa molt temibles és que la comunicació directa no és possible amb les bonigana. Per fer que s’allunyin els nergan (xamans) han de recórrer a altres entitats no humanes i no sempre aconsegueixen expulsar-les.

A aquests elements de caràcter històric i ontològic, que permeten entendre per què la resposta guna al coronavirus ha estat tan contundent i ràpida, s’hi suma la falta, ja crònica, d’equipament i personal sanitari a les àrees indígenes. Per a una població de més de 30.000 persones la regió només compta amb un petit hospital creat per l’església baptista nord-americana a mitjans del segle XX. Tot i que fa dècades que es projecta la construcció d’un hospital o clínica que pugui oferir una atenció sanitària més completa, la majoria de projectes no han vist la llum o han quedat inacabats. Un bon exemple d’això és la policlínica mig construïda –avui gairebé en ruïnes– en l’últim tram de la carretera Llano-Gardi. En definitiva, els habitants de Gunayala són completament conscients que amb l’arribada del covid-19 no compten amb cap Unitat de Cures Intensives (UCI), i que si arriben a una de les cent que hi ha a Panamà, hi hauran d’anar sols, sense la companyia de cap familiar.

Davant d’aquesta situació, el poble guna va decidir protegir-se tancant el seu territori. El lema «quédateencasa» va triomfar tant a les xarxes socials com a les comunitats de la comarca. A moltes illes es va hissar la bandera vermella indicant quarantena, les famílies es van tancar a casa seva, es van repartir torns per anar a comprar a les botigues, i molt ràpidament es van prohibir desplaçaments innecessaris. El trasllat de passatgers i residents, mercaderies i queviures per la carretera Llano-Gardi, la principal via d’accés terrestre a la comarca, es va mantenir fins el dia 16 de març, però a partir del 13 algunes comunitats ja van començar a emetre comunicats en què donaven a conèixer la seva voluntat d’aïllament. El transport de mercaderies va seguir durant alguns dies més per l’aprovisionament de sucre, arròs, farina, sal, cafè, oli, tancs de gas i combustible. L’entrada de begudes alcohòliques ha estat prohibida tant per les autoritats nacionals com per les comarcals. En tot el país imperarà la Ley seca fins que finalitzi l’estat d’emergència proclamat el 24 de març (Decret Executiu 507). Aquest procés d’aïllament està reactivant les activitats agrícoles i cinegètiques, sobretot a les comunitats que més vivien del turisme.

Pel que fa a l’accés per via aèria, tots els vols a les comarques indígenes van ser suspesos per l’Autoritat Aeronàutica Civil el 17 de març. A partir d’aquesta data només poden volar els avions que transporten ajuda humanitària. Una curiosa excepció a aquesta directriu va ser el sobrevol que va realitzar el diumenge de rams l’arquebisbe metropolità amb un helicòpter de Servei Nacional Aeronaval per beneïr Panamà des del cel. Ara bé, l’avió no va entrar a l’espai aeri de la comarca de Gunayala.

Tot el que ha passat aquests dies arran de la pandèmia, m’ha fet rumiar molt en l’autonomia que té la comarca de Gunayala. Durant aquesta primera fase les autoritats gunas han aconseguit controlar els principals accessos terrestres i marítims al seu territori. Les comunitats també han mantingut el seu marge d’autonomia, decretant en alguns casos, mesures més restrictives que les anunciades per l’ens comarcal o estatal. Potser aquest autogovern és, en part, responsable de que Gunayala hagi estat l’última regió del país on s’han reportat casos de covid-19. Tanmateix les illes gunas, al igual que les comunitats yanomamis de la selva amazònica, no viuen en un univers paral·lel, són part del món global. Es per això que el 26 de març es va reportar el primer cas de covid-19 a Gunayala. El 5 d’abril moria el primer habitant de la comarca per coronavirus i oficialment avui (17 d’abril) ja són 19 persones les infectades per aquesta nova boni.

Desde la distància física i la pròximitat virtual segueixo amb molta preocupació l’evolució dels contagis a Gunayala i intento imaginar quines conseqüències tindrà la pandèmia per l’autogovern de la comarca. El proper 23 d’abril m’han convidat a participar en una conversa sobre les pandèmies i el multiculturalisme, us animo a sumar-vos a la trobada a través del Facebook live (veure cartell adjunt). Si us conecteu desde Barcelona, tingueu en compte que aquí són 7 hores més que a Panamà. Aquests dies la diferència horària és una de les poques coses que em recorda que estem a 10.000 quilòmetres.

El problema dels vectors

«¡Atención, atención, el coronavirus no hace nada!»

L’altre dia vaig enxampar un dels meus vectors de transmi … perdó… vull dir…un dels meus fills, cridant això al balcó, amb el rotllo de paper de cuina als morros a manera de megàfon, just abans de les 20, quan la gent surt a aplaudir.

Jo, a diferència d’en Julio, no us puc ensenyar el meu escriptori, perque està sepultat de legos, dinosaures i plastidecors mossegats. Però tot bé. No tant bé com a les famílies felices de classe mitja que menciona el Manel. Aquí de moment no fem ioga grupal ni ens autopubliquem a la xarxa en forma de meme divertit. Però tenim salut (física, mental no), que ja és algo. 

A casa meva estem avui optimistes perque l’altre vector, el menys cridaner, ha ‘fet’ el covid-19 i diu que ja està provant un mejunge de sabó blau, vinagre i pebre que diu que mata (concretament diu que ‘ofega’) al bitxo. Ja us en donaré un mica quan passem els assajos clínics amb humans.

Prototip de Covid-19. Dissenyat pel meu vector amb la fi d’ofegar-lo

Em pregunto si algú de vosaltres aconsegueix sortir del maleït mode-virus. Ja portem un mes i pico. Al CINAF, com diu la Gemma aquí abaix, ja pensem en què implica el Covid-19 en contextos indígenes i afro. Al curs de màster que comparteixo amb la Cristina ja tenim ‘grup de recerca coronavirus’. Jo, les dues primeres setmanes vaig parar tot, em vaig autoconfinar al cotxe aparcat, i allà literalment vaig escriure també un comentari sobre el virus aquest amb relació als animals salvatges, les ciutats, i la meva altra recerca amb senglars.

Al comentari m’ho vaig currar perquè sonés bé i tal, ja sabeu… 😉 Però en realitat, tot el que volia dir sobre com crec que re-estructurarà el virus aquest les relacions entre espècies domèstiques i salvatges està ja dit aquí. Ja no cal fer la recerca.

En fi, espero que estigueu més o menys bé, tant si teniu els vectors salvatges a casa com si no.

Una abraçada, i cuideu-vos molt,

Aníbal

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